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Si alguna vez has imaginado pueblos de cuento, bosques infinitos y casas de madera con flores en las ventanas, probablemente estabas pensando en la Selva Negra Alemana.

Esta región de Selva Negra, en el suroeste de Alemania, justo en la frontera con Francia y Suiza, reúne muchos de los paisajes y tradiciones que solemos asociar con el país germano. Desde los famosos relojes de cuco y los sombreros de pompones rojos, hasta bosques densos, gastronomía contundente y una fuerte apuesta por la sostenibilidad.

Nuestro recorrido comienza en Friburgo, una ciudad vibrante y ecológica, y terminará en la elegante Baden-Baden. A lo largo del camino, exploraremos pueblos con encanto, parques naturales protegidos, gastronomía local y miradores que ofrecen vistas espectaculares.

Friburgo: la puerta verde a la Selva Negra

A tan solo una hora del aeropuerto de Basilea, el viaje hacia el corazón de la Selva Negra comienza con una bienvenida a Friburgo, una ciudad universitaria donde la historia, la sostenibilidad y el paisaje conviven con naturalidad. A pesar de que, en 1435, se fundara una de las universidades más antiguas de Alemania, y veamos a muchos jóvenes, es una ciudad que respira tranquilidad y calma.

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Cada mañana el mercado de Friburgo reúne a centenares de personas buscando productos frescos y de temporada. Crédito editorial: Magazine Horse.

Aquí, la bicicleta reina sin disputa y cada rincón está diseñado para dialogar con la naturaleza más que para dominarla. El centro gira en torno a una figura monumental: la Catedral de Friburgo, cuya torre de 116 metros desafía al cielo desde el siglo XVI. Está considerada una de las obras maestras del gótico europeo, y su interior resguarda un conjunto de vidrieras que se pudieron salvar durante la Segunda Guerra Mundial.

Cada mañana, salvo domingos y festivos, la plaza que rodea la catedral se transforma en un mercado de productos frescos y de temporada. En esta época, los espárragos blancos y las fresas ocupan un lugar privilegiado entre los puestos, celebrando la riqueza de la tierra en cada estación. Pasear por Friburgo es también dejarse llevar por la corriente de sus Bächle (canales de agua), y quizás, como dice la leyenda local, terminar encontrando el amor friburguense al pisarlos por accidente. Verdad o no, el juego añade un toque encantador al paseo.

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Desde Alte Wache se puede degustar vinos locales mientras se disfruta de las vistas de la plaza del mercado. Crédito editorial: Magazine Horse.

Para brindar con sabor regional, basta con cruzar la plaza y entrar en la Alte Wache, una antigua garita reconvertida en templo del vino local. Con más de 130 referencias de la región, el local invita a degustar la tierra en cada sorbo. Entre todas sus propuestas, una destaca por originalidad y frescura: el Kalte Sofie, un granizado de vino ideal para las temporadas de primavera y verano.

Del antiguo barrio rojo a un paseo con encanto

Siguiendo el canal que atraviesa el casco antiguo, llegamos a una de las zonas con más carácter de Friburgo. El antiguo barrio de curtidores y pescadores, también conocido por su pasado como distrito rojo, se ha transformado completamente. Hoy es uno de los rincones más pintorescos de la ciudad, con calles adoquinadas, colores vivos que iluminan y casitas de entramado de madera que bordean el agua.

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Izq. Calle Konviktstrasse cuyo origen se remonta al S.XI. actualmente es una zona de tiendas. Dcha. Klein Venedig, pequeña Venecia, donde antiguamente los artesanos tenían sus talleres y usaban los canales para trabajar. Crédito editorial: Magazine Horse.

Aquí han florecido tiendas locales, cafés, talleres de artistas y boutiques donde se respira un aire creativo. Pasear por esta zona es detenerse a mirar escaparates, probar un pastel en una terraza o simplemente sentarse junto al canal y relajarse.

El sabor de la gastronomía y cerveza local

Platos como el schäufele (paletilla de cerdo) o los schupfnudeln (fideos gruesos de patata) forman parte del menú diario. Los embutidos ahumados y el famoso jamón de la Selva Negra también se encuentran con frecuencia. Además, la estrella que hay que probar antes de irse es la tarta Selva Negra, un clásico irresistible de capas de chocolate, nata y cerezas con un toque de licor.

En Friburgo, la oferta gastronómica combina excelencia culinaria y compromiso sostenible. El Jacobi, con estrella Michelin y verde, destaca por su innovadora cocina Nova-Regio con ingredientes locales. Zur Wolfshöhle ofrece una sofisticada fusión entre tradición francesa y austriaca, mientras el clásico Zirbelstube del Colombi Hotel brinda elegancia y técnica francesa en un ambiente refinado. Por otro lado, Lichtblick apuesta por la autenticidad regional con platos de temporada llenos de sabor; y para quienes buscan una opción más consciente, Adelhaus ofrece cocina ecológica y vegetariana.

Cuando el buen tiempo se instala en Friburgo, las terrazas florecen como una extensión natural del paisaje urbano. Entre las más populares están los Biergarten, espacios abiertos donde la cerveza artesanal, la comida local y la vida social se unen. Es aquí donde la ciudad revela su faceta más distendida y veraniega. El Kastaniengarten, por ejemplo, se asoma a la ladera del Schlossberg, con mesas de madera y vistas inmejorables, mientras que el Hausbrauerei Feierling, con su cerveza elaborada in situ, se convierte en una parada imprescindible para quienes quieran saborear la cerveza tradicional.

Un paseo hacia las vistas más hermosas de Friburgo

Desde el corazón del casco antiguo, una de las rutas más pintorescas para adentrarse en el verde empieza justo donde terminan las murallas: en la Puerta de Suabia, una de las dos históricas entradas que aún resisten el paso del tiempo. Según cuenta la leyenda, un hombre quiso comprar Friburgo pagando con sacos de sal, pero su esposa, desconfiada, los llenó de piedras. Al descubrirse el engaño, el trato se deshizo, y la ciudad quedó a salvo. Hoy, la vieja torre guarda tanto aquella historia como el inicio de una caminata que regala algunas de las vistas más hermosas del viaje.

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Las vistas de una de las antiguas puertas de entrada y salida de Friburgo. Crédito editorial: Magazine Horse.

Los senderos que ascienden al Schlossberg, entre zonas boscosas y restos de un antiguo castillo ya perdido, invitan a andar sin prisa, respirando el aire fresco que llega desde los valles. Desde lo más alto se disfruta de las vistas de la ciudad, los viñedos que rodean la zona y los paneles solares. Por que sí, los iremos viendo en cada casa de cada ciudad y pueblo, por muy remoto que sea, y esa es una buena señal.

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Es un espectáculo poder ver cómo los viñedos envuelven diferentes zonas de la Selva Negra.  Crédito editorial: Magazine Horse.

El barrio de Vauban, el corazón ecológico de la Selva Negra y un modelo de urbanismo sostenible.

Ese futuro más eco se materializa pocos minutos del centro, en el barrio de Vauban. Construido sobre los terrenos de un antiguo cuartel militar francés, este distrito es hoy un modelo internacional de urbanismo sostenible. Las calles están pensadas para peatones y bicicletas; los coches se aparcan en la periferia, y la vida comunitaria está dominada por los jardines compartidos, parques infantiles y mercados vecinales.

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Hotel Green City, en el barrio de Vauban. Los días de alejamiento te otorgan un billete regional para utilizar el transporte publico. Crédito editorial: Magazine Horse.

Las viviendas siguen criterios de construcción pasiva, energía solar y eficiencia energética. Algunas incluso producen más energía de la que consumen, pero Vauban no es solo un barrio ecológico, también luchan por una sociedad más inclusiva. Por eso, su hotel principal, Green City Hotel, representa ambos conceptos, manteniendo la ecología y la inclusión de personas con diversidad funcional en el equipo. Este barrio es perfecto para que arquitectos y urbanistas se inspiren y conozcan el proceso de evolución con guías expertos como Steffen Ries, de Innovation Academy.

Rumbo al corazón de la Selva Negra

Abandonamos Friburgo para adentrarnos en la Selva Negra por la ruta 500, un poco más larga, pero que nos hace disfrutar del interior del bosque. Hasta nuestro siguiente destino observamos las casas tradicionales de los pueblos de montaña, y uno de los que es obligatorio parar y verlo con detalle es Triberg. En la zona encontramos algunas de las cascadas más altas de Alemania, y sus senderos están bien cuidados para explorarlos a pie o en bicicleta. Además, cuenta con el gran reloj de cuco más antiguo, un icono en la zona.

Crédito editorial: Hochschwarzwald Tourismus GmbH

El reloj de cuco creado por Josef Dold. Cada hora y media aparece el cuco. Crédito editorial: Hochschwarzwald Tourismus GmbH.

Aquí, y en los pueblos cercanos como Schonach o Schonachbach, se fabrican estos relojes a mano pasando de generación en generación, por ejemplo, el taller Rombach & Haas. Mientras, a cinco minutos, hacia Schönwald encontramos la casa-reloj más grande del mundo.

Para descansar y disfrutar del viaje, el Hotel Ochsen, en Schönwald nos aguarda rodeado de flores y con más de dos siglos de historia. Es un alojamiento familiar, gestionado desde 1796 por la familia Martin, y ofrece tranquilidad y descanso mientras se disfruta de la gastronomía local y de temporada.

El alma campesina de la Selva Negra

La carretera nos sigue llevando por valles y laderas donde, en esta temporada, el verde parece no tener fin. El viaje continúa hacia Gutach, donde se encuentra una de las joyas culturales del recorrido: el Museo al Aire Libre de la Selva Negra Vogtsbauernhof.

Más que un museo, es una inmersión en la vida cotidiana de los campesinos que habitaron esta región durante los últimos cuatro siglos. La visita se vuelve mucho más interesante si se contrata una guía local, como Corina Tinco, que con su entusiasmo y conocimiento la historia se recrea de manera viva. Desde cómo se tejían los sombreros de pompones hasta por qué las casas se construían con techos tan bajos.

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El museo Vogtsbauernhof es un ejemplo de las casas campesinas de Friburgo. Crédito editorial Magazine Horse.

El edificio central, la granja Vogtsbauernhof es una muestra tangible de cómo era la vida en el corazón del bosque, rodeados de animales, cultivos y estaciones marcadas. A su alrededor, hay otras construcciones como molinos, establos, una capilla, aserradero o una pequeña destilería, recrean la arquitectura tradicional de los antiguos pueblos agrícolas.

Los talleres son otro de los grandes atractivos del lugar, siempre con reserva previa. Aquí es posible aprender, con las manos en la masa, cómo se hacía el pan campesino, o cómo se batía la mantequilla artesanal. Son experiencias sencillas, sí, pero te hace experimentar y descubrir acciones antañas.

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La sala del comedor de una de las casas antiguas del museo. Crédito editorial: Magazine Horse.

Una curiosidad que muchos notan durante el recorrido por la región, son las imágenes religiosas, como el crucifijo, que decoran las fachadas. No están ahí por estética. Estas señales hablaban, siglos atrás, de la confesión religiosa de la familia que habitaba la casa, en un tiempo donde existían disputas entre católicos y protestantes.

Gengenbach: un pueblo de cine con vista medieval

A tan solo unos kilómetros de Gutach, llegamos a otro pueblo de cuento, Gengenbach. El corazón del pueblo late en su Marktplatz donde aguarda su ayuntamiento, construido en 1784. En invierno, el edificio se convierte en protagonista, ya que se transforma en el Calendario de Adviento más grande del mundo. Cada noche, del 1 al 24 de diciembre, se ilumina una de sus ventanas, convirtiéndolo en un espectáculo mágico. Es un enclave pequeño, pero su casco antiguo se mantiene con su encanto medieval.

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La plaza central de Gengenbach con el ayuntamiento a la derecha. Crédito editorial: Magazine Horse.

Recorrer calles como la Engelgasse o Höllengasse, ambas flanqueadas por casas de entramado de madera, balcones llenos de flores. No sorprende que Tim Burton eligiera este lugar como uno de los escenarios de Charlie y la fábrica de chocolate, representando la casa de Augustus Gloop. Para hacer una parada y pasar la noche, el Hotel Die Reichsstadt, situado en la misma Engelgasse, es una opción que combina la arquitectura tradicional junto a la comodidad de un alojamiento moderno.

Entre baño de bosque y viñedos infinitos

Dejamos atrás el aire medieval de Gengenbach y nos adentramos por una de las rutas más verdes, la carretera nos lleva a través del Parque Nacional de la Selva Negra, una zona ideal para caminatas. Antes de llegar a nuestro siguiente destino, hacemos una parada imprescindible en el Berghotel Mummelsee, junto al lago Mummelsee. Aquí puedes estirar las piernas, tomar un café con vistas al agua, y si tienes suerte, ver cómo la niebla baja y acaricia la superficie del lago creando un ambiente casi mágico.

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Los baños de bosque (Wu Wei Wasserweg), es una experiencia donde puedes adentrarte en la naturaleza y reconectar contigo mismo. Crédito editorial: Magazine Horse.

Estar tan arraigados a la naturaleza que nos rodea nos otorga paz mientras recargamos energía. Viajamos para descubrir la Selva Negra, pero también para desconectar del ruido que nos altera durante las rutinas. En esta zona, una práctica muy recomendable es subir al Brandmatt, y realizar una caminata por el bosque de Sasbachwalden mientras tu energía interior fluye para equilibrarse. Con el guía Hans Steiner respiras, meditas, te mueves despacio y te sientes presente. Tan solo escuchas tus zapatos crujir cuando das un paso sobre la tierra del bosque, los cantos de los pájaros y cómo el viento te habla a través de los árboles. Una experiencia donde el protagonista eres tú.

El hotel y restaurante Der Engel junto a uno de los trajes tradicionales de la zona. Crédito editorial. Magazine Horse.

Tras esta pausa zen, llegamos al pueblo de Sasbachwalden, escondido entre colinas cubiertas de viñedos. Aquí la vida pasa a otro ritmo. Para comer o alojarte, el Hotel Der Engel es una apuesta segura, un hotel con más de 250 años de historia, gestionado con mimo por la familia Decker-Mamber desde hace generaciones. Su restaurante combina la cocina tradicional de Baden con toques franceses, siempre con productos locales y una presentación cuidada.

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La vinoteca Alde Gott junto al edificio que ofrece disfrutar del vino y pequeños platos en su terraza Weitblick Weinbar. Crédito editorial: Magazine Horse.

Y cuando cae la tarde, no te olvides de la cata de vinos en la terraza de Alde Gott. Con una copa en la mano y las colinas doradas por el atardecer frente a ti, es fácil entender por qué esta región enamora. La vista se pierde entre viñedos que parecen no terminar nunca, y el vino, de producción local, se convierte en el acompañante perfecto para esa postal. Si prefieres disfrutar del vino, pero desde cerca, también tienen la opción de los Schnapsbrunnen. Pequeñas fuentes o casetas donde se pueden degustar licores locales a cambio de unas monedas.

Dormir entre viñedos

Después de un día de naturaleza, vino y senderos llega la noche y si alguna vez soñaste con dormir una noche dentro de una barrica de vino, este es el lugar. Enclavada en las laderas del Hornisgrinde se encuentra uno de los alojamientos más originales del viaje: el Schlafen im Weinfass. Las habitaciones son enormes barricas de vino de 8.000 litros, reconvertidas con mimo y mucho encanto en pequeñas cabañas de madera.

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Las barricas se encuentran junto a los viñedos para transformar las noches de estancia. Crédito editorial: Schlafen im Weinfass.

Cada unidad está formada por dos barricas conectadas: una es el dormitorio, con cama doble y calefacción, y la otra funciona como comedor con baño y lavabo ecológico. Además, hay una ducha exterior cerca de la granja, para quien lo necesite. Pero lo más especial está fuera: los viñedos que rodean las barricas.

Para las estancias de noche más largas en Sasbachwalden la opción perfecta son las casas Oma Ludwin. Se trata de dos casitas de madera con una arquitectura ecológica, construidas con el sistema HOLZ100, utilizando madera local sin químicos.

Las casas Oma Ludwin se encuentran en una zona alta desde donde se puede disfrutar de las vistas de Sasbachwalden. Crédito editorial: Magazine Horse.

Las casas son amplias, ideales para hasta seis personas, pues tienen dos dormitorios grandes y una buhardilla perfecta para alojar a más familiares o amigos. Además, cuentan con una sauna finlandesa y un jacuzzi exterior en la terraza, desde donde puedes disfrutar de las vistas del pueblo y las montañas.

Baden-Baden, la joya señorial de la Selva Negra

Tras días de naturaleza, pueblos de cuento y viñedos infinitos llegamos a la última parada de este viaje: Baden-Baden. Es conocida desde tiempos romanos por sus aguas termales, y fue durante siglos el destino predilecto de emperadores, artistas y aristócratas europeos.

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Una de las salas antiguas del Casino. Crédito editorial: Magazine Horse.

Uno de los imprescindibles es el Casino de Baden-Baden, una joya arquitectónica del siglo XIX que muchos comparan con los salones de Versalles. Lámparas de araña, frescos y mármol continúan vistiendo el lugar y puedes visitarlo por las mañanas sin jugar a través de guías como Guillermina Negretti-Dreier. Justo al lado, la Trinkhalle te invita a tocar las aguas termales directamente desde su fuente. Esta galería con columnas corintias y frescos mitológicos es parte del Kurhaus, y combina salud, arte e historia en un solo lugar. Frente a ella, una estatua del Kaiser Guillermo I custodia la zona.

Quienes disfrutan de la cultura, la Festspielhaus Baden-Baden, la ópera más grande de Alemania, es otro tesoro. Su fachada neobarroca, que fue en su día la estación de tren, da paso a uno de los templos musicales más importantes del país. Para disfrutar de la gastronomía, el restaurante M10 ofrece especialidades tradicionales de Baden y la Selva Negra, elaboradas con productos frescos. Está ubicado en la plaza del mercado antiguo, muy cerca de las termas, y es un lugar tranquilo para disfrutar de los platos de la localidad.

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El restaurante M10 se encuentra cerca de las termas de Baden-Baden y ofrece gastronomía de proximidad. Crédito editorial: Magazine Horse.

Pero Baden-Baden no solo se vive en sus monumentos. También se siente caminando por la Lichtentaler Allee, un paseo junto al río Oos, rodeado de árboles centenarios, jardines cuidados y casas señoriales. Como broche final, las carreras de caballos son muy importantes en la ciudad. El hipódromo de Iffezheim, a las afueras de la ciudad, se llena de sombreros elegantes, apuestas y champán.

Baden-Baden Kur & Tourismus GmbH, C. Duepper

El exterior del edificio Trinkhalle, donde se muestran frescos de leyendas y mitos. Crédito editorial: Baden-Baden Kur & Tourismus GmbH, C. Duepper.

Nos despedimos de la Selva Negra llevándonos la experiencia de un territorio donde los viñedos decoran las laderas y marcan un ritmo lento entre montañas. Es una celebración de lo local, lo artesanal y lo estacional. Además, la sostenibilidad se entrevé en alojamientos construidos con madera natural de la zona, la gastronomía de kilómetro cero, o el pensamiento de integrar la naturaleza en la ciudad sin dañarla.

Noelia Fernández

Periodista apasionada por la cultura, la literatura, las artes y el viaje. Me interesa poder escuchar a los demás y sumergirme en sus historias, buscando la esencia de cada experiencia y dando voz a muchas que no son escuchadas. Escribo para Horse desde junio 2021.