Con motivo del reciente premio Ciudad de Barcelona, Miguel Milá nos concede una entrevista en la que recordamos su trayectoria y su forma de entender la profesión.
Miguel Milá asegura que no sabía que era diseñador industrial hasta que un día un amigo se lo dijo. De esa forma orgánica y despojada de pretensiones nació su amor por la que acabaría convirtiéndose en la profesión de su vida: el diseño. Nos cuenta que por aquel entonces estudiaba arquitectura y empezó a trabajar como interiorista en el despacho de su hermano y su socio. Allí empezó a diseñar piezas de mobiliario que habitaran el estudio.
Unos años más tarde fundó Trabajos Modernos junto a dos amigos arquitectos: Francisco Ribas Barangé y Eduardo Pérez Ulibarri. Se trataba de una empresa centrada en el diseño y la producción de mobiliario interior. De ese momento a ahora han pasado muchos años y ha habido varios premios. El más reciente, el que acaba de ganar: la Medalla de Oro de la Ciudad de Barcelona como reconocimiento a una trayectoria profesional que ha contribuido a la proyección internacional de la ciudad y el país. Está previsto que se le otorgue el próximo 2 de septiembre. Hablamos con él sobre cómo entiende su oficio, la belleza y también la vida.
Acaba de ganar la Medalla de Oro de la Ciudad de Barcelona. Con una trayectoria como la suya, ¿sigue haciéndole ilusión algo así?
Me hace muchísima ilusión ir a recibir este premio en la plaza donde nací. Es un gran honor.
¿Siempre supo que quería ser diseñador industrial?
Estudiaba arquitectura y empecé a trabajar como interiorista en el despacho de mi hermano y su socio. Como no había mobiliario que no fuese antiguo y ajeno, empecé a diseñar piezas que pudiesen poblar esos interiores. No sabía que era diseñador industrial hasta que un día un amigo me lo dijo.
En su libro Lo esencial. El diseño y otras cosas de la vida reflexiona sobre el diseño, pero también sobre su forma de entender la vida. ¿Qué pulsiones le han llevado a crear?
La experiencia familiar me formó en un entendimiento acerca de la vida y fue la plataforma desde donde aprendí a ser útil. La utilidad fue el vehículo para querer hacer cosas que sirvieran a los demás.
¿De joven tenía las mismas?
Era observador y me importaba cómo se hacían las cosas, cómo funcionaba el entorno. Aprendí a dibujar, a hacer reparaciones para mis hermanos. En la España de la postguerra el ingenio era un valor que te acercaba a los demás.
¿Cómo vivió aquellos años de la gauche divine?
Fui poco «divine» pero disfruté mucho de la apertura del país hacia el mundo. Teníamos muchos amigos: pintores, escultores, arquitectos, escritores. Mi juventud fue una época de exploración y ganas de descubrir. Hacíamos viajes por Europa con los amigos en furgoneta, movidos por el arte, por la cultura, por conocer cómo los demás vivían y hacían. Vivimos una época muy mágica en este sentido.
La experiencia familiar me formó en un entendimiento acerca de la vida y fue la plataforma desde donde aprendí a ser útil. La utilidad fue el vehículo para querer hacer cosas que sirvieran a los demás.
¿Cómo entiende la belleza en la vida? ¿La concibe igual en el diseño?
La emoción estética es aquello indescriptible pero a la vez irrenunciable. Que crea un vínculo emocional con las cosas. Que nos hace estar bien y ser más felices.
Aunque todos necesitamos la belleza de un modo u otro, en su caso, ¿considera que siempre la ha buscado?
Más que una búsqueda, es un resultado. Cuando todo está donde debe de estar, porque ha sido pensado, ordenado, intencionado…
En varias ocasiones ha dicho que «lo sencillo es complejo de conseguir». ¿Cómo ha logrado crear diseños basados precisamente en la sencillez?
La depuración es una obsesión. Una idea que se apodera del pensar; una especie de puzzle a resolver. Cuando sientes que no sobra ni falta nada y que una pieza responde a lo que se le pide.
Mi juventud fue una época de exploración y ganas de descubrir. Hacíamos viajes por Europa con los amigos en furgoneta, movidos por el arte, por la cultura…
Participó en la creación del ADI-FAD. ¿Posicionar Barcelona en la cuna del diseño siempre estuvo entre sus propósitos?
Más que propósito, fue un proceso orgánico de interés colectivo. Nos hablábamos, compartimos ideas, nos interesaba lo que hacían los demás en otros lugares. Fue un momento de efervescencia donde estaba todo por hacer —construir un mundo que respondiera a la generación que éramos—.
La emoción estética es aquello indescriptible pero a la vez irrenunciable. Que crea un vínculo emocional con las cosas. Que nos hace estar bien y ser más felices.
Parece que ahora el ciclo se cierra con la ciudad entregando este premio. ¿Cómo ve Barcelona en la actualidad?
Estoy muy agradecido por recibir un homenaje en mi ciudad. Espero que no se trate de un cierre. Continuo muy interesado en lo que ha sido mi oficio, mi vida.
¿Le ha quedado algún sueño por cumplir?
Cumplo sueños cada día al despertar.
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El lado más personal…
¿Qué estilo de diseño le gusta más?
Estilo no es una palabra que entienda. Para mí, la moda es lo que pasa de moda y no me interesa.
Un artista en concreto
El arte me impresiona. Me permite simplemente disfrutar.
¿Colecciona algo?
Todo aquello que creo que me pueda ser útil en algún momento.
Un país al que volvería 100 veces
Me interesa más descubrir que repetir.
Un viaje pendiente
Muchos más.
Un hábito diario
Cantar.
Un hobbie
Monté a caballo durante muchos años.
Un color
El verde.
El documental “Miguel Milá: Diseñador industrial e interiorista, inventor y bricoleur”, filmado por Polmo Pomés Leiz, es un vivo retrato de Milá y su forma de entender el mundo.